¿Por qué alitas?

Porque el mundo se come con las manos
Siempre he pensado que las comidas más ricas se disfrutan con las manos. El pan recién horneado que partes sin cuchillo, la fruta a la que le pegas un bocado y, por supuesto, las alitas. Si hay algo que he aprendido después de tantos años entre fogones es que pocas cosas dan tanto placer como agarrar una alita jugosa, sentir el calorcito en los dedos y saborear ese primer mordisco.
Mi historia con las alitas comenzó cuando tenía diez años, en Ambato, Ecuador. Mis padres tenían un restaurante, y yo solía ayudar a mi madre con la parrilla. Ella me enseñó a respetar el fuego, a entender los tiempos y a no tener prisa. Recuerdo cómo el olor a carbón se mezclaba con el sonido de la carne chisporroteando sobre la parrilla. Para mí, ese era el mejor rincón del mundo. Entre costillares y brochetas, las alitas siempre tenían un lugar especial. Mi madre decía que, aunque eran pequeñas, si las cocinabas bien, daban más sabor que cualquier otro corte. Y tenía razón.
Con los años, mi curiosidad por la cocina me llevó a probar todo tipo de versiones. Porque si algo tienen las alitas es que son ciudadanas del mundo. Dicen que su historia moderna empezó en 1964, en Búfalo, Nueva York. Cuentan que Teressa Bellissimo, dueña del Anchor Bar, improvisó unas alitas fritas bañadas en salsa picante para su hijo y sus amigos. Lo que no imaginaba es que, décadas después, su creación se comería en los cinco continentes. Hoy, solo en EE. UU., durante la Super Bowl, se devoran más de 1.400 millones de alitas. Locura.
Pero lo interesante es cómo cada país las ha hecho suyas. En Japón, las bañan en teriyaki; en México, las cubren de mole o salsa borracha; en Corea, las hacen con gochujang, y en Portugal, el Piri Piri que les da ese frescor alucinante. Y aunque aquí en España tardaron en hacerse un hueco, ahora son imprescindibles. Más de 40.000 toneladas al año y un crecimiento imparable en los pedidos a domicilio.
Sin embargo, siempre me ha parecido que algo faltaba. La mayoría de las alitas que encuentras son fritas y rebozadas, y aunque están buenas, yo sabía que podían ser mejores. Por eso, cuando decidí crear WingWing, lo tuve claro: quería recuperar la esencia de aquellas alitas a la parrilla que preparaba con mi madre. Cocinarlas al carbón no es solo una técnica; es una forma de darles carácter. El fuego les aporta ese sabor ahumado inconfundible, y terminarlas a baja temperatura hace que la carne se desprenda del hueso casi sin esfuerzo. Nada de fritos, nada de rebozados. Solo pollo premium cocinado en su propio jugo y una buena salsa para rematar.
Y si hablamos de salsas, ahí es donde empieza la verdadera aventura. En WingWing hemos reunido 50 sabores inspirados en cocinas de todo el mundo. Desde el glaseado de miso japonés hasta el curry rojo indio, pasando por el mole poblano y la clásica BBQ americana. ¿Prefieres algo más nuestro? Prueba el sofrito de la abuela, la brava picante o el romesco. ¿Te gusta el picante? Atrévete con nuestra “Diabólica”. Aviso: no es para cobardes. Y si buscas un sabor diferente, prueba la salsa negra con ajo negro y carbón activo.
Lo mejor de todo es que, aunque la técnica es de alta cocina, las alitas siguen siendo una comida para disfrutar sin complicaciones. No necesitas cubiertos ni platos elegantes. Solo tus manos, unas servilletas y ganas de pasarlo bien. Porque, al final, las alitas son eso: una comida social, para compartir con amigos, en casa viendo el fútbol o en un festival al aire libre.
Y hablando de festivales, este año arrancamos en Madrid con nuestra cocina central y el primer punto de reparto. Pero no nos quedamos ahí: nuestro foodtruck va a estar rodando por los eventos más top de todo el país. Porque, si algo he aprendido desde aquel rincón junto a la parrilla de mi madre, es que la comida sabe mejor cuando se comparte.
Así que la próxima vez que alguien te pregunte “¿por qué alitas?», ya tienes la respuesta: porque no hay nada como agarrarlas con las manos, chuparte los dedos y disfrutar de ese primer mordisco. Y si son de WingWing, mejor que mejor.